4 de mayo de 2014

Un pájaro azul

Hace un rato la pantalla se apagó.
Las últimas imágenes. Su voz. 
No me lo imaginaba, solo me preparé y apreté la tecla para ver el documental Bukowski: Born into this (dirigido en 2003 por John Dullaghan), sobre el escritor Charles Bukowski.

Había decidido que tras un mes y medio esta entrada trataría de otro tema. La decisión cambió al momento.

Quien no lo haya visto (como hasta hace unas horas me ocurría) debería enfrentarse a él, atreverse a ese combate en el que no hay púgil al que enfrentarse y, sin embargo, los golpes llegan, y el sonido del público, como el de la campana, se va alejando y la luz de los ojos desapareciendo. Por momentos nos combatimos a nosotros mismos y eso no es fácil de ver. A veces, hasta exterminarnos. Pero ni eso es lo importante. Lo realmente valioso es escuchar como Bukowski, en un momento dado a punto de dejarlo todo, decidió dejar viva una pequeña llamita, diminuta, pero que fuese capaz de reavivar la hoguera (dice). Pocas veces, casi nunca, he escuchado y visto (las imágenes son importantes) la limpieza y la transparencia de una vida dura y entregada, pese a lo vivido, a nunca decir No.  

Su voz.

Cuando lee Oh, yes (Hay cosas peores que / estar solo / pero a menudo lleva décadas / darse cuenta de ello) me pareció que allí comenzaba a asomar el mundo que solo se ve en momentos de gran intimidad y valentía. Pero era solo el principio. El genio de la multitud (Cuidado con el Hombre corriente, con la Mujer corriente, Cuidado con su Amor. / Su amor es corriente, busca lo corriente, pero es un genio al odiar. / Es lo suficientemente genial al odiar como para matarte, como para matar a cualquiera. / Al no querer la soledad, al no entender la soledad intentarán destruir cualquier cosa que difiera de lo suyo).

Y Bukowski atravesando la ciudad para llevar la ropa a una lavandería.

Después vino el poema Hay un pájaro azul en mi corazón, que habría que copiar entero. Hay que aprendérselo de memoria. Pero, cerca del final, Bukowski lee su poema La ducha. Y, hasta donde recuerdo, pocos poemas sobre el amor son capaces de tejer una atmósfera tan cierta y tan desnuda, tan humana porque se le ha quitado, con minuciosidad, la cursilería y lo aprendido, incluso la imbecilidad, que es fácil ponerle a esa escena.

Bukowski y su mujer de entonces se duchan juntos luego de hacer el amor. Las palabras recorren la ternura y la desnudez. Y, al final:

Linda, tú me has traído esto,
cuando te lo lleves
hazlo lenta y suavemente
hazlo como si estuviera muriéndome en sueños en lugar de
en vida, amén


Los versos fuera de su contexto pierden parte de su energía. Por eso me apetece copiar todo el final de Hay un pájaro..., aún con el miedo de que la traducción sacada de la red no sea del todo precisa:

hay un pájaro azul en mi corazón

que quiere salir

pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir

a veces por la noche

cuando todo el mundo duerme.

le digo ya sé que estás ahí,

no te pongas

triste.

luego lo vuelvo a introducir,


y él canta un poquito

ahí dentro, no le he dejado

morir del todo

y dormimos juntos

así

con nuestro

pacto secreto

y es tan tierno como

para hacer llorar

a un hombre, pero yo no

lloro,

¿lloras tú?