30 de enero de 2014

Espejo de belleza

Perfección e imperfección se mantienen en constante balance. La posibilidad de la escritura, de abstraer sonidos en notas, la de una música sin música, ofrece un espacio donde se separa un discurso ideal contra la realidad instrumental. El que esta realidad sea irrepetible -de instrumentista a instrumentista y de un momento a otro- remarca la distinción entre la vida de una obra en su escritura y en su ejecución, y nos devuelve la noción de que en la música no hay originales, sólo copias. En ese sentido, el arte y oficio de los maestros consiste en mantener el equilibrio entre una vida y la otra, y que este equilibrio sea espejo de belleza.

De Historia mínima de la música en Occidente, un libro de Raúl Zambrano (maravilloso) publicado en 2013.

28 de enero de 2014

Velar el sueño

Hace algunos años cada sábado hacia un viaje de unos cuarenta kilómetros, entre la ida y la vuelta a casa, para comprar el periódico. Era un ritual lleno de sentido porque ese día el escritor Antonio Lobo Antunes publicaba su artículo semanal. Recuerdo perfectamente la ilusión de cada ida a la ciudad para buscar aquel pequeño texto que no quería leer hasta llegar a casa.

También recuerdo que esos viajes se esfumaron cuando el artículo semanal desapareció. Y desde entonces no ha habido ningún estímulo que me llevara a hacer semejante ruta (aunque ahora pueda hacerla caminando).

Eso era así hasta que hace un par de meses apareció en El País Semanal la sección La vida a examen de Stephen Grosz, un psicoanalista del que nada sabía. En realidad esos textos semanales son pequeños capítulos de su libro The Examined Life, todavía sin traducir al español.

El capítulo de este último domingo se titula A través del silencio y es una fragmentaria y corta historia sobre el acompañamiento en el silencio. Una pequeña narración sobre los lugares que se atraviesan hasta llegar a sentirse acompañado y acogido mientras lo que existe es el silencio (casi lo contrario de lo que he visto luego de instalar el conocido WhatsApp y ver, al otro lado, imágenes y palabras inconexas, sin lenguaje, cuyo mayor sentido parece ser que salen gratis).

El silencio no sale gratis. Ni es fácil. En un momento de su artículo Grosz habla de que su paciente, preso de una gran angustia, se queda dormido durante breves períodos de tiempo en su consulta. Y concluye: conmigo se sentía seguro porque velaba su sueño.

Velar el sueño.

Velar el sueño de otro, hacer y cuidar el silencio para que el sueño venga y se acomode. Y si ese sueño se interrumpe quien lo cuida estará allí: despierto, dispuesto a enfrentarse a los miedos y a los desastres físicos que veces los ocasionan con dignidad, sin otra moral que la decisión de querer estar allí.

Ahora pienso que los silencios de Anthony expresaban diferentes sentimientos en diferentes momentos: pena, un deseo de estar cerca de mí, pero al mismo tiempo apartado, y un anhelo de detener el tiempo. Él me ha contado que aquellos silencios también resultaban curativos, que eran su oportunidad de experimentar una regresión, de sentirse cuidado. La profundidad de su silencio era una señal de la profundidad de su confianza.

Pienso en cómo es cuidar el sueño mientras las voces emocionales de quien vigila oscilan entre el miedo y la ternura. Eso es lo que ocurre cada noche en los hospitales, junto a la cama de una persona a la que se quiere. En el trajín silencioso de esas noches, velar la respiración hasta sincronizarnos con ella es una manera, como no conozco otra, de vivir a través del silencio, de sostener la vida.

Dormirse con la paz de estar vivo en la mente del otro. Los textos de Stephen Grosz son una rareza llena de conocimiento, sensibilidad y a veces dureza. Están escritos a partir de sus experiencias terapeúticas, así que narran dificultades y encrucijadas personales. Y, en mi opinión, lo mejor de todo: sin ofrecer una solución al tiempo que sin mostrar dramatismo. Sin esperanza, sin desesperanza, solo con un acercamiento profundo.