27 de mayo de 2014

Su oscuridad y su resplandor

Leo Memorias de África de Isak Dinesen (Karen Blixen, y no sé cual de los dos nombres me gusta más), luego de casi terminar sus Cartas de África. Dos piezas importantes en la historia de una mujer que rebosa belleza y libertad, también soledad.

El libro avanza, las descripciones de África, la vida en la granja, el modo de vida de los nativos y las sorpresas de ese mundo desconocido, sus dificultades... pero todo da un giro en emoción, en intensidad, cuando comienza el capítulo dedicado a sus amigos: a las amistadas, hombres y mujeres, que la visitaban en su granja y con quienes vivió momentos de una gran felicidad.

No eran miles de amigos, apenas cita a cinco o seis personas y a cada una les dedica un espacio y su cuidado: su amistad inquebrantable y su humor. Gente con una luz interior, grandezza, una salvaje esperanza, así habla de ellos.  

Con la botella y la copa frente a él, el rostro tranquilo y radiante, un hombre gordo, en paz con el mundo y confiado en el diablo, con ese sello de limpieza que tienen sus discípulos con preferencia a los del Señor.

Ella deseando alejarse siempre de la granja y los amigos queriendo siempre recalar allí.

Esos amigos confluyen, poco a poco en dos personas: Berkeley Cole y Denys Finch-Hantton. Berkeley enamorado del mar, de la conversación, de la llegada a Ngong en su coche cargado de vino (no vivía lejos) y preparado para la conversación. Un tipo que convirtió mi casa en un lugar privilegiado, un cómodo rincón del mundo.

Cuando Berkeley desapareció una triste figura hizo su entrada en el escenario desde el lado oscuro: la dure nécessité maîtresse des hommes et des dieux. Era extraño que un hombre pequeño y delgado la hubiera mantenido a raya mientras tuvo aliento. Faltaba la levadura del pan de la tierra. Había desaparecido una presencia llena de gracia, de alegría y de libertad, un factor de potencia eléctrica. Un gato se había levantado y abandonado la habitación.

Por su parte, Isak Dinesen y Denys Finch-Hantton darían origen a la granja al pie de las colinas de Ngong que, a estas alturas, es posible que algunos (la mayoría) hayamos tenido (y perdido).