31 de diciembre de 2014

Dime

Aunque en verdad no puedo imaginar qué; la realidad se ha colocado
por sí misma con tal solidez ante mí
que hay poca necesidad de misterio... excepto en nosotros, en cómo
tomamos el mundo
y lo ensanchamos, más de lo que somos, más incluso de lo que es.

Anoto el final de un poema de C.K. Williams.
Y al instante me vienen las ganas de preguntarte cómo se hace eso, cómo ensanchamos el mundo más de lo que somos, más de lo que es la presencia y la duración de cada noche y cada día, cada uno de los lugares de la memoria y la certeza de la ausencia. Para asegurarnos que sabemos algo del aire que respiramos.

Dime como se hace, como hay que disponer la fuerza, las herramientas, la luz, para que algo del metal oscuro se desprenda de la pared y lo podamos sacar al exterior para, lo primero de todo, admirar su brillo y una frialdad que parece propia de lo salvaje.

Y luego charlar, hasta que se haga de noche, de todo eso. Y ensanchar el trabajo, el mineral, la roca, todo, durante días y noches interminables.

27 de diciembre de 2014

Una enorme e inolvidable lección

Había un espacio grande y vacío. Un sonido constante y sordo de fondo. El circuito de la calefacción se parecía al ruido sucio de una galaxia lejana. La ausencia que circulaba entre las sillas contrastaba con las estrellas dibujadas en los grandes ventanales. Nadie. Y había un peligro inminente, constante también, del que no se conseguía hablar. Había que esperar. No se podía hacer nada frente a aquel espacio que no alcanzaba su objetivo de ser cercano. Allá abajo, tras los cristales, alguien se afanaba en sus cosas hasta transformarse en una mancha diminuta que cruzaba entre las estrellas y luego desaparecia. Y en ese lugar, recibí una de las mayores lecciones de dignidad y de atención, una enorme e inolvidable lección de agradecimiento a pesar del silencio sucio que suele producir el miedo. Una lección que solo se puede ofrecer cuando lo único que se pretende es vivir. Una enseñanza que se puede apreciar si es observada desde muy cerca: el ejemplo del combate leal y sin dramatismos. Una estrella callada viajando hacia su galaxia. A través de todos los sonidos, de todas las voces, porque todas son ella misma y en ellas aprende a reconocerse.

24 de diciembre de 2014

"Un ser viviente se dirige a otro ser viviente en el secreto de vivir"

Si se dejan de lado los intercambios puramente profesionales o administrativos, casi siempre se escribe acerca del amor, o por amor, se trate de amor pasión o de amistad, de familia o de vacaciones, sea profundo o superficial, leve o grave. Escribo para decirte que te amo, o que pienso en ti, que me alegro, sí, por ser tu contemporáneo, por habitar el mismo mundo, el mismo tiempo, por estar separado de ti sólo por el espacio y no por el corazón, no por el pensamiento, no por la muerte. Partir es morir un poco. Escribir es vivir más.
(Comte-Sponville)

La línea de la precisión, la que solo conoce el que la dibuja.
Al inicio, justo cuando hay muchas cosas en juego, cuando una pequeña diferencia apenas se nota, cuando en realidad uno apenas tiene noción de que esa desviación convierte cada paso en una separación de lo que no se ve pero existe. Y luego, más adelante, cuando ya se aprecia la distancia entre las dos huellas, entre los miles de restos, cuando se intenta mirar a ambos lados y solo se percibe el mar de fondo subiendo a la superficie. Lejos ya. Con toda la soledad inevitable y comenzando a rumiar cómo fue el inicio y cómo se instaló el espacio por entre las manos.

18 de diciembre de 2014

La soledad

Por momentos todos los niveles del tiempo, el vivido, el imaginado, el soñado parecen confluir en un breve instante, fragmentos de un segundo, en el que hay que dar una respuesta precisa y también eficaz. Como si todo se viviese, se trabajase, se reflexionase para saber estar en esa milésima de segundo. Como una vida de trabajo, de entrenamiento, para saber ejecutar un solo golpe certero. Uno, no varios (recuerdo el inicio de la película de Zatoichi). Vivir, pensar, sentir, escuchar para saber estar a la altura de ese instante (cuyo listón, además, situa cada uno).

Si llegado ese instante uno no está, de puertas afuera la diferencia será pequeña, incluso inapreciable para el gran público (o para algunos cercanos). Pero hacia dentro la diferencia puede ser un verdadero abismo. A veces ese instante nunca llega. Entonces, habrá quien argumente: ¿tanto, durante tanto tiempo, para tan poco? Un paso más allá está el conocido qué más da. (Pero también podría ser que ese instante, la punta de la flecha, llegue todos los días).

Esa experiencia, la de la precisión en las líneas de una piedra diminuta a partir de la forma de una montaña, está (creo) directamente relacionada con la soledad. Porque es la experiencia de asumir que nadie más puede hacer algo por nosotros. Por eso siempre vivimos solos. La soledad es la regla. Nadie puede vivir por nosotros, ni morir por nosotros, ni sufrir o amar por nosotros, escribe Comte-Sponville. La soledad es identificar, admirar, cuidar toda la montaña, porque ella sola dejará a la vista unas maravillosas piedras diminutas (o no tan maravillosas, pero muy reales).

Y, como dice Comte-Sponville, esta soledad nada tiene que ver con el aislamiento. Es algo mucho más rico, profundo, difícil de encontrar. Escuché en una conversación que Comte-Sponville era un cenizo (imagino que por su concepto de desesperanza). Merecería la pena acercarse a ver la forma de una montaña en alguien que hace esa apreciación. Me gustaría ver si en ella se aprecia el paso del tiempo, la forma orgánica, redondeada de la tierra, la huella de los fósiles, el paso de los animales. O si todo lo que hay en ella, es, tal vez, la falta de soledad. La fealdad de no poder convivir con uno mismo.

La vida va en serio, escribió Gil de Biedma hace años (y creo recordar que ya he copiado aquí). He intentado no olvidar nunca esos versos.

A veces, habría que sentarse en el camino, cerrar los ojos y descansar en un paraje cualquiera, no especialmente bello. Por el puro placer de detenerse. Y, si alguien interrumpe ese descanso, salvo si es un niño, desenvainar con rapidez y precisión la espada y ejecutar el movimiento para el que uno se ha entrenado toda la vida. A veces ese filo también debería de poder segar las palabras, las dichas y en ocasiones las nunca pronunciadas.

16 de diciembre de 2014

Otra vez

No se espera más que lo que no depende de nosotros y no se quiere más que lo que sí depende de nosotros. Trata de tener la esperanza de caminar... ¡Eso jamás ha hecho que nadie se moviera! Por lo demás, ¿quién habría de tener la esperanza de caminar excepto el paralítico? Nadie espera aquello de lo que sabe que es capaz, y eso dice mucho al respecto sobre la esperanza. "No es más que impotencia del alma", decía Spinoza, y ése era el espíritu del estoicismo, espíritu aún vivo. "Cuando hayas desaprendido a esperar -venía a decir Séneca- , yo te enseñaré a querer..." Y es cierto que ambas cosas van juntas: se espera tanto más cuanto menos capaz se es de ación, y se espera tanto menos cuanto más se sabe actuar.

La pequeña botella de Sake se terminó. Leo a Comte-Sponville y copio aquí este fragmento.

6 de diciembre de 2014


4 de diciembre de 2014

Fértiles, desérticas

Vino hasta mi de manera imprevista. Llegó y lo atravesó todo. Unos segundos después no consigo recordar casi nada. Solo que dijo algo con palabras que no logré comprender, imposibles de entender en realidad. Otra lengua, un idioma que no es de ningún país. Me rozó y desapareció. Dentro, cerca del agujero por el que el nervio se comunica con lo que está fuera. El bosque. Un buen lugar para hacer un nido, pensé. Tal vez algún día, dijo. Todo sonidos difíciles de conectar. Ahora, es posible que sepa algo más. La memoria.

De pronto: no es la primera vez. Algo de esto ya lo he conocido. Por ejemplo, una mañana, mientras desayunábamos apenas separados de la niebla, todo lo que podía emitir calor estaba encendido, aún casi dormidos, la vida por delante, escuché su voz al fondo del pasillo, antes de ver a quien pertenecía.

Lo que no pertenece a ningún país se reconoce bastante rápido. Es de una tierra extranjera, cercana, son las tierras altas o las que mezclan el río con el mar, las que juegan a un sutil intercambio de sal y pasan de tierras fértiles a desérticas, tal vez en unas horas.

Lo guardo casi todo. También esto. Los papeles que indican las rutas por las que tal vez se podría regresar. La memoria. Sin presente.

El intercambio de la sal.

1 de diciembre de 2014

Danzando en la penumbra

Naoko tomó asiento a mi lado y apoyó su cuerpo contra el mío. Al rodearla con mi brazo, reclinó la cabeza en mi hombro y rozó mi cuello con la punta de su nariz. Permaneció inmóvil en esta posición como si estuviera tomándome la temperatura. Abrazado a Naoko, sentí cómo se me caldeaba el corazón. Poco después, se levantó sin decir palabra, abrió la puerta y se marchó tan sigilosamente como había llegado. Al poco me adormilé en el sofá. Arropado por la presencia de Naoko, caí en un sueño mucho más profundo que los que había tenido en años. En la cocina estaba la vajilla que usaba Naoko; en el baño, el cepillo de dientes que usaba Naoko; en el dormitorio, la cama donde dormía Naoko. En aquella casa impregnada de su presencia, dormí profundamente, exprimiendo, gota a gota, toda la fatiga acumulada en cada una de mis células. Soñé que era una mariposa danzando en la penumbra.

Tokio blues, Haruki Murakamik