17 de octubre de 2014

Lo que mejor nos aniquila

Un día sin luz en el mes de marzo.
Cuando llegó la noche, luego del trabajo, encontré en el periódico (ya casi caducado) una preciosa columna de la escritora Leila Guerreiro que actuó como un bálsamo natural: en algún lugar del planeta había seres que reían, guerreaban y sufrían por cosas necesarias, invisibles, y de apariencia, por momentos, estúpida.

No consigo encontrar aquel pequeño texto. Creo recordar que lo guardé pero no aparece.

Un día sin luz en el mes octubre.
Camino atento a los escaparates porque me fjo como sobreviven en ellos (como pueden) un montón de animales. Hoy, por ejemplo, encontré un rinoceronte intentando empapar de vida un cuerpo blanco de escayola.

Cuando termino lo que me había llevado a la calle entro en un café. Mientras me lo sirven echo un vistazo al periódico. Y allí, en la misma sección que en el mes de marzo, la misma escritora extendía de pronto otro bálsamo. Sentado junto a una ventana, leí entre sus palabras (difíciles) el aroma de cuando la salud regresa al cuerpo, algo parecido al olor del romero sobre la piel.

Este es el final de su artículo:

Leí un poema de Louise Glück -
"desde el principio,
desde niña, creí
que el dolor quería decir
que no me amaban.
Que amaba, quería decir" -,
y me pregunté con cuánta vida se pagan esos golpes que no dejan marcas ni los huesos rotos. Cuánto habría que vivir -y cuanto coraje sería necesario- para entender que lo que más amamos, y lo que más nos ama, es, también, lo que mejor nos aniquila.