23 de julio de 2014

El silencio de la fuente

Dejarse atravesar.
La luz blanca, todo dentro de ella.

Leo lo que anoté hace algo más de un año:
"¡Así no es posible ser un ermitaño", exclamaba algunos días, harto de que, por encima de la urgencia de mis proyectos personales terminase siempre viviendo al ritmo de mis vecinos y de sus necesidades. Ahora pienso que ser ermitaño consiste en querer ser ermitaño, al igual que ser creyente no es en el fondo otra cosa que querer creer. No hay acción que no encuentre dificultades, y ello porque para vivir un oficio, cualquiera -también el de creer- hay que atravesar su imposibilidad.

La vida espiritual es, en último término, la confección y puesta en marcha de una disciplina, la verificación de su imposibilidad, la necesidad de construir otra, su nuevo derrumbamiento y, en fin, una nueva construcción, nunca definitiva.

Fragmentos de El olvido de sí, de Pablo d'Ors.


El silencio de la fuente.